10/18/2007

Sin Titulo -1- Cap-1.1-

Aquel hombre inmortal se despertó sobresaltado entre las sombras… caminó durante siglos en busca de aquel tesoro prometido por un dios de los hombres, cuyo nombre ya olvidó. Aún se maldice por haber creído en sus palabras, no puede creer que él haya confiado en aquel ser, pero ya era tarde para arrepentirse.

Alzó el vuelo en la noche estrellada, sobrevolando ciudades y montañas, emprendió nuevamente el mismo viaje que durante siglos había repetido, aquel ciclo interminable, en el cual, en algún momento pretendía encontrar aquello.


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Entró caminando, con tan solo una manta por vestidura… el castillo elevado entre las nubes del olimpo, reluciente en oro, le segaba la vista, pues luego de pasar tanto tiempo en la oscuridad, el percibir aunque sea un as de luz le significaba un enrome sufrimiento.

Pero sabía que valdría la pena, este momento lo había esperado desde tiempos inmemoriales.

Traspasó el umbral y se encontró en un enrome pasillo decorado con las más grandes hazañas de héroes y mortales, que, luchando contra su destino y sus pares, seguían honrando a los dioses… a estos dioses, que pronto podría ver.

Los altos techos del lugar le tentaban enormemente, pero sabía que era imprudente volar en aquel lugar sagrado, se mantuvo indiferente, se concentró en su futuro.

Termino de recorrer aquel pasillo envuelto en oro y plata, para encontrarse frete a frente con un trono aún más maravilloso que todo lo que había visto con anterioridad, y sobre él, un anciano ser, de pelos blancos y ojos color universo, que le observaba firmemente.

- a Zeus, Dios de los Hombres, me presento como su fiel vasallo, en busca de su gratitud eterna – suspiro suavemente, cuando hubo quedado frente al gigante.

- renegad de tus palabras, Zern, pues bien sabes que no son necesarias, he estado esperándote.

- Y yo a ti – replico este, al tiempo en que alzaba la vista y miraba esos pesados parpados entrecerrarse como respuesta a su atrevimiento.

- El hombre crea, el hombre destruye, y nosotros, los dioses, nos vemos sujeto a este simple principio, tanto yo, como el resto de mi estirpe estamos condenados a desaparecer en el olvido, cuando otro ser “superior” se imponga por sobre esta religión… eso lo sabes bien.

Pero tú, que fuiste creado en un momento de la raza humana que para muchos ha sido la mas esplendorosa, estas por sobre la perdición temporal, pues cada hombre, en algún rincón de su mente, te tiene presente, y teme, así mismo, encontrarse contigo en algún momento de su vida mortal, o más aún, después de ella.

- no es necesario tanto halago, Padre, he venido hasta aquí solo el busca de las palabras que deseo escuchar, y no podemos perder el tiempo.

- El tiempo no se pierde, el tiempo cumple una función más bien…

- Detente- le interrumpió -, no necesito más de aquellas descripciones sobre el saber universal, tu padre, Cronos, y antes de él, los titanes y el Caos… todos ellos me han transferido parte de su sabiduría, así que reniega de aquello que signifique conocimiento de ciencias o el pasado.

- No repliques, y mantente al margen, Danth -

- ¿Y quién crees que eres tu para decirme eso? Sabes bien que estoy sobre ti -

- Entraste aquí como un siervo, y ahora te impones como señor! – de los ojos de Zeus, un leve brillo escarlata se dejo ver- sabes bien que dependes de lo que yo te diga, para que no te quedes atrapado, cíclicamente, en este, tu infierno, que es la dimensión material.

Las alas de Zern se abrieron en su máximo esplendor, colmando de oscuridad el reflejo del oro en las paredes, Zeus a su vez, se alzó cogiendo un relámpago desde el vacío, dispuesto a luchar.

- Zeus, hasta aquí llega el reinado de los dioses del olimpo, pues de la mente de los hombres surgirá un nuevo orden, en el que ni tu ni tus hermanos y ni hijos están incluidos. Y aunque alguien os recuerde, solo seréis la sombra de cómo ahora estáis.

- no hables más, y pelea, Lucifer!.

Los ojos del rey de los dioses ardieron en furia, y cogiendo un segundo relámpago con su mano libre, lanzó el primero. Pero Danth ya había alzado el vuelo, y con temor y rencor envistió de lleno al pecho de Padre.

Este calló estrepitosamente en su trono, y sin alcanzar a levantarse, sintió como un segundo golpe le era asentado en su rostro, perdiendo el conocimiento, aquel que nunca recuperaría.

Zern, al ver lo que había echo, se dejo caer en el vacío, al tiempo que el enorme palacio desaparecía en una nube difusa de frustración y olvido…